Diario de una historia

sábado, noviembre 22, 2014

Y te fuiste, una vez más

Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre. Todos esos lápices de colores que corrieron despavoridos por las hojas blancas de una infancia entera, de las nubes agostadas sobre lienzos de gris acuarela, las tardes en el parque, los gritos y enfrentarse contra monstruos invisibles. Todo era tan real como la vez que nos vimos, tú cogiendo las manzanas de un árbol prohibido y yo sintiéndome pequeño mientras agarraba la mano de mi madre para no salir corriendo. Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre, como los vientos del norte que venían cada invierno a azotar las límpidas oquedades que dejaban los días sin sol, sin esperanza alguna de salir a jugar. Y si no mal recuerdo, cada vez que pronunciaba tu nombre y tú reías por cómo sonaba en mis labios, me volvían de repente al colegio y su rutina, a sus estudios y estudiosos, a cada rincón frío de los pasillos cada vez que me echaban porque no hacía otra cosa que volver a escribirte. Cuánta tinta en cuántos poemas me habré gastado para que pudieras verme durante un segundo como yo te veía si respirabas. Y volvían los suspiros de otoño cargados de hojas. Y la calidez de tus abrazos, de tus mejillas sonrosadas porque no lo sabías hacer bien. "No suelo abrazar a nadie, perdona si lo hago mal" Me dijiste en aquel entonces y supe que te había encontrado. La luz de un cuento inacabado.


Se me hace tan raro volver a escribirte. Cómo cuesta hacer terciopelo con las manos y el pecho ajado. Quién diría que algún día lo haría sólo, otra vez en pleno invierno y pensando que si escribo tu nombre en la esquina de cada cuaderno, alguna nueva brisa de otoño vendrá y, tus mejillas y aquel árbol prohibido y una y otra vez volveré a los parques y sus monstruos. Y tus labios.

Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre, tanta vida que te compartía. Que no comprendo por qué no estás.
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jueves, noviembre 20, 2014

Quizás no era poesía ni poema

Era una sensación extraña, como el ala leve del leve abanico de ese poema tan resabido que a duras penas sobrevivía en la memoria. Era como cuando recuerdas que sigues vivo porque amas a alguien que no eres tú y parece que tu existencia ha cobrado sentido. Pero no era amor, ni tampoco poesía.
Y por eso era una sensación extraña, porque había conseguido desbaratar el lomo y las hojas de mi propia enciclopedia. Por lo que... qué nombre podría darle?
Quizás no necesitaba ni un nombre, ni un color ni un sabor. Y su mera existencía era suficiente para darle sentido.
Quizás se había convertido en una persona, pero nadie lo sabía porque andaba sola.
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miércoles, noviembre 12, 2014

Decían de ella

Decían del sonido lúgubre de sus besos cada vez que recitaba en una ventana abierta, mirando al mar. La decían como si no tuviera nombre, como si todas las veces que ella se hubiera puesto a cambiar, a mejorar para tener un hueco privilegiado dentro de la escala social, no hubiera servido de nada, porque ellos no sabía de su nombre, no sabía nada de ella porque era una más que quería destacar.
La sin gritos, la melancólica avenida de la luz de invierno, la chica que moría todos los días. Sin morir.
Y pensaba que era peor de lo que creía cada vez que veía otra que, al igual que ella, sufría de lo mismo, de una apatía mustia que congelaba los dedos más temblorosos, como si temblar sirviera de algo para recuperar el calor. Era ella sin duda la chica más perdida, la descolorida flor que sembraba poemas allá a donde iba.
Y nunca consiguió el amor. Ni nada que se le pareciera, ni si quiera cuando aquel otro poeta, de versos cortos y miras largas creaba paraísos oníricos con cada canción en cada antro que actuaba. Ella no estaba preparada para salir de su castillo de otoño donde todos los árboles lloraban y la tierra estaba demasiado seca. Siempre se le abría a su paso una dama de vestido blanco, recordándola que su destino era estar triste en el mismo lugar donde estaría hasta morir.
Ni si quiera los poetas podrían sacarla.
¿Y para qué luchar? Se cuestionaba día y noche, madrugada tras madrugada, como si tuviera que tener un final apoteósico donde su personaje convirtiera el cambio en algo fuera de lo ficticio, algo fuera de lo normal. Algo intermedio donde pudiera creerse lo que veía.
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martes, octubre 14, 2014

Llevándolo

Es posible que yo me hubiera forzado a seguir andando. Mucho después de que mis pies se hubieran convertido en muñones ennegrecidos por todas las hogueras que pisé. Y sí, es cierto, no soy más que un solitario en una laguna azul, pensando cómo salir de estas aguas sin que alguien me mire mal.
La soledad, el frío, la angustia. No son nada comparados con el sentimiento de desazón que te crean tus más allegados, tu familia a la que deberías querer, tus amigos a los que deberías respetar. Es peor el sentimiento que se pierde que el sentimiento perdido.
Y es que aquí me ves, con las manos entre fotos y recuerdos a Channel, como si hubiera una forma de escapar al pasado. Y te da por gritar.
Claro, como siempre.
Los pulmones se vuelve a llenar de un vacío muy oscuro cada vez que pienso en el mundo que me rodea, en todas esas pequeñas particularidades tan repetitivas, en todas esas personas que dicen sentirse especiales cuando no son más que una réplica mal hecha de otra persona en otra parte del mundo. Que parece que las buenas ideas ya se acabaron y que no queda nada por lo que luchar. Y eso da bastante asco.
Entre otras cosas porque sientes que es cierto.
Y es así como se te acaba el aliento cada vez que quieres respirar, y es así como vuelves a tu laguna azul, a tus pantanos tintados de verano, a todas esas historias que contaban antes de dormir. A las fotos, los recuerdos, el Channel. Y es así como te quedas estancado en tu ritmo, en tu propio camino. Porque tienes un miedo atroz al dolor  y a todo lo que significaría volver a vivir como una persona real en vez de una normal.
Es extraño que nadie me pregunte por qué diablos estoy aquí. Apenas un par de personas pasan y me saludan con la cabeza en un gesto de aceptación social. Y claro, cómo no, yo hago lo mismo y les saludo al pasar.
Algo me dice que necesito salir, pero no sé si merecerá la pena, de verdad, que alguien pregunte a otra persona, si de verdad está bien, fuera de lo estrictamente necesario.

Porque y tú. ¿Cómo te encuentras?
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miércoles, septiembre 17, 2014

Nos morimos de miedo de ser nosotros mismos

Hoy es uno de esos días en los que junto varios conocimientos de varias personas en una idea continuada y me vengo aquí y lo suelto todo. Y es que me ha hecho gracia que durante años ha habido muchos filósofos, pensadores y genios de la sociedad que han intentado buscar nuevas formas de relacionarnos en sociedad, ya bien sea en el entorno laboral, ya sea bien en nuestras propias relaciones familiares, Y es que es completamente cierto que no somos ni una pequeña parte de lo que podemos llegar a ser y que, como bien he dicho, nadie nos enseñó a ser humanos.
Pero lo que más gracia me ha hecho es que nadie se ha puesto a cambiar las cosas desde donde se debe hacer, desde los cimientos de nuestra propia personalidad. Nadie ha intentado arreglar uno de los mayores problemas que tenemos cuando somos pequeños y empezamos a aprenderlo todo. Y es el castigo.
Por mi propia experiencia (no sé la de los demás) las personas tienen un pavor terrible a equivocarse en cualquier ámbito, aún incluso cuando son unos expertos, existe una presión propia por el miedo a que te rechacen, por el miedo a sufrir un agravio de cualquier tipo que no nos permite trabajar como nosotros mismos quisiéramos hacer. Me pregunto cuántos de vosotros os habéis sentido felices cantando cuando nadie escuchaba, o haciendo un plato de comida para alguien que no os piensa ofender con sus críticas. Lo haces con entusiasmo, con amor por lo que estás haciendo sin una sinfín de malas palabras carcomiéndote la sesera.
De pequeños nos enseñan que no podemos equivocarnos porque o si no tendremos un castigo y cada vez que lo hacemos el castigo viene siendo mayor, si no es físico es psicológico o si no, simplemente no nos dejarán salir de casa durante un año. Lo cual nos hace ser más reacios a intentar hacer algo nuevo, a probar. Lo cual hace que tengamos un miedo total a ser nosotros mismos y nos dedicamos simplemente a imitar lo que socialmente está aceptado, por puro miedo a que nos castiguen.

Actualmente no hay comprensión, ni entendimiento ni empatía. Hoy por hoy no he visto a nadie reírse con otra persona por los errores cometidos, por haber perdido un móvil, por haber suspendido un examen. Hoy por hoy sólo veo odio encadenado y cada eslabón es una persona anclada a la otra.
Nos hacemos una fortaleza para poder aguantar todo el odio que nos piensan echar, y por dentro, seguimos siendo unos niños asustados, sin creencias, sin convicciones. Deseando amar y ser amados para sentirnos alguien especial.

Nadie aprende a quererse hoy en día
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martes, septiembre 16, 2014

Error del sistema

Y volvías a tejer los troqueles de una retaíla delirante con cada letra, con las uñas ennegrecidas, como si hubieras arañado tu tumba desde fuera. Y volvías a andar perdida entre las vías del metro, buscando un lugar oscuro y una nueva historia. Y era increíble que todo eso lo hicieras simplemente escribiendo en algún asiento de alguna estación de la linea 6.

"Núnca me equivocaré más de 6 veces"

Porque sabías que eras humana, y realista, y que te gustaba equivocarte porque siempre sacabas algo nuevo de cada herida. Porque te gustaba el dolor, porque escribías mejor y de alguna manera u otra forma llegabas a vivir en tus escritos. Cada día a las 6.

Hoy te escribo lo que te imagino o lo que quiero creerme de ti, porque he leído todas las historias que has dejado en los asientos cuando te vas (tranquila, siempre se lo dejo a otras personas) El Principito me enseñó mucho.

Eres la Rosa, la Historia que no tengo y te escribo con mayúsculas porque te has convertido en alguien importante para mi.

Eres el error del sistema, y me gusta
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lunes, agosto 18, 2014

Simplemente ser feliz

Tiene gracia que diga esto, sin ninguna razón, para nadie, pero me ha parecido algo tan agradable que tenía que comunicarlo a alguien, y es que simplemente me he dado cuenta que quiero comprenderlo todo, y que no es nada malo, que simplemente es lo que quiero hacer, para sentirme bien conmigo mismo, y cuando digo comprenderlo todo digo comprender el por qué directo de las cosas que pasan a nuestro alrededor como humano, como sociedad.
Quiero saber porque pienso así, por qué aquella persona se enfada, y hace daño a los demás, cómo impedirlo, cómo hacerle cambiar de parecer, cuántas cosas nos dan miedo, catalogarlas, clasificarlas.
Simplemente no quiero ser nadie más que una persona feliz que comprende por qué es feliz
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martes, julio 08, 2014

Otra historia triste de amor

Tranquilo, se dijo a ella misma
pero para él.
Dos veces me he caído ya
y no sé quién, fue, o quiso ser,
quien me sostuvo.
No sabía cómo decírselo.
Que sus labios estaba secos
de amargura, o alcohol
poco importaba ya, algo
un atisbo de cuidado, te pedí.
Me daba igual cómo fueras.
Pero me dijiste que era bella,
(me acuerdo de ello, sí)
que yo, aquí y ahora
era eterna
y te creí

y que me fui deshaciendo de la primavera que me habías pintado, al momento, de los largos paseos en barca por las lágrimas de tu pasado, un poco más tarde, y... ¡Dios!, tanto te quise entonces, que los lánguidos otoños que continuaron no parecerían nada, si me hubieras hecho un poco de caso. Si acaso me hubieras escuchado.

Yo estaba rota, a cachos
mitad poesía, mitad prosa
deshilada y agachada, amenazaba
con perderme entre mis letras.
si no me hacías persona.
Te pedí delicadeza y,
me dijiste que era hermosa




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martes, junio 24, 2014

Y sigues pensando

Sacando a relucir todo un poco de ese cajón en desuso que llamamos alma. Me doy cuenta de que no sin saberlo del todo, me he convertido en una especie de... ser sin catalogar, casi fantasmal. Lo cual realmente en ninguno de los aspectos es malo, ni parecido. Pero la realidad termina deshaciéndose y uno se pregunta tantas cosas sobre uno mismo que se siente mal por no conocerse. Por no ser nadie no sólo para los demás.
Los recuerdos al final no terminan por ser gran cosa ante el presente, salvo ese salvavidas que puede que le de por ayudarte o por dejarte ahogar, por ver si aprendemos algo nuevo. Otra vez.

Me he dado cuenta de que, a diferencia de antes, ya no me siento un artista. Tampoco un humanista y, de todas esas ramas que se pueden encontrar en la filosofía, no me atrae ninguna, ni ese nihilismo vaporoso ni el terroso realismo. Me apestan más que atraerme.

Tiene gracia que con veinte pocos años. Tan pocos o tan largos. Me sienta, y escriba sobre cómo se debería sentir un humano completo y... me doy cuenta de que no nos queda mucho más que llegar a juntarnos con el cosmos, o el universo, o no sé, quizás sólo llegar al sistema solar.

Tiene gracia que con veinte pocos años, crea que sé mucho más que los demás, que todo ese vulgo que está ahí fuera, y se mueve, sin saber muy bien por qué y muchos menos para qué.
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domingo, junio 22, 2014

Sigo vivo

Todo en esta vida tiene una gracia que, como poco, es de lo más deliciosa posible. Quiero decir: hace unos años, (está claro que a mi me gusta el jazz, no sólo porque escriba y sea algo casi necesario para poder escribir, si no porque es de las pocas formas de expresión real, vivida, casi mágica, que tenemos hoy en día) sería impensable que disfrutara como lo estoy haciendo ahora, pensando seriamente en quedarme escuchando esas 6 horas que citaba el título del video.

6 Hour Jazz Music Mix by JaBig

Quién coño sería ese tal JaBig, seguramente un negro. Quién si no, ¿Un Woody Allen? Por favor...
Tiene gracia, quiero decir, que después de todos estos años una vez muerto mi padre me pusiera a pensar, o mejor dicho, a degustar todas las palabras que me dijo él en su debido momento. En la forma de escribir que me aconsejaba, en cómo debía escucharle porque él sabía mucho más que yo. Dios... cuánto aprendí de él, y qué poco caso le hice entonces.

Quizás me haga falta tener un poco más de esperanza en que no fui ese hijo perdido, esa decepción de hombre, como a él tanto le agradaba decirme. Pero le perdono, él pensaba suicidarse y yo lo único que quería era salir de la cárcel en la que se había convertido nuestra relación.

Y joder, qué gusto da decir las cosas sin meter tanta pollada poética, y digo pollada porque a estas alturas de mi vida la poesía se ha quedado demasiado abajo, donde la tierra parece aún florecer y no hace tanto frío, aunque estemos en las nubes.

Sí, estaría estas seis horas de Jazz quejándome sobre lo dura y amarga que ha sido mi vida si no fuera porque eso, como ya dije, se lo dejo a los poetas, porque no soy un Bukowski, ni pretendo parecerlo.

Se podría decir que soy un escritor que ha dejado de perseguir la fama.

A quién cojones pretendo mentir, sólo los muertos, los que importan de verdad, los que aún joden en sus esquinas frías y húmedas, no pretenden perseguir la fama, un atisbo, una miaja, un remanzo de reconocimiento, de amor, de calor.

Yo aún no estoy muerto, por mucho que pretenda parecerlo.
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A nadie le interesan los Domingos

Oh Dios...
Siempre pensé que debería haberme callado esos lunes por la mañana, cuando aún llevaba la resaca del exceso de tanta soledad. Los benditos Domingos y su sinceridad.
... en el fondo estamos tan solos.
En el fondo debería haber encontrado algo más que posos, que un grano de café mal prensado, mal hecho, con prisa, en el fondo de la taza. Porque siempre que iba ahí ese maldito barman tenía la misma cara de puta que todos los malditos lunes. Quizás era como yo, otro personaje cabreado con la vida que lo pagaba con cualquiera que llegara.
¿Pero por qué con el café?
Por Dios, con el café no.
Aunque... en el fondo, a nadie le importa, ¿no? Nadie hasta entonces, de todas esas cientos de personas le importaba lo más mínimo si su café estaba bien molido, si la tolva tenía exceso o no de humedad y las fresas seguían limpias, o algún que otro disgusto intragable había visto terminar sus días ahí. A nadie le importaba si la temperatura era la adecuada, a fin de cuentas era lo esperable de una máquina de hacer cafés, del precio y del local que, cómo no, estaba jodidamente bien puesto en este pueblo donde cada madre era familia de cada buen pastor.
A nadie le importaba, joder, y a eso me refiero. Era un jodido lunes de mierda donde no había ni una sola alma empapada de Domingo, porque no había Domingos para ellos, sólo Sábados y domingos, y una larga semana, como si se tratara de un día larguísimo en donde lo único que había que hacer era llegar al final, arañando la superficie de una felicidad efímera.

Oh Dios... pensé. A nadie le interesa el Café.
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miércoles, junio 04, 2014

Una pequeña colaboración

Pum pum, el corazón empezó a latir desbocándose de su papel principal, estaba muerto y así debería haber seguido durante al menos que el punto final le dejara hacer otra cosa. Otro latido. No ocurría lo que quería, no podía seguir vivo, el plan era matarlo y terminar. Sin latidos y sin respiraciones, sin nada.
"Utiliza la imaginación" Escuchó a sus espaldas. Sabía quién había sido él que se lo decía, no podía ser nadie más.
"Desdibuja los hilos de los sueños, deshace las agujas del tiempo. Eres amo y señor de cualquier castillo, eres un príncipe de la tinta"
Quemarlo siempre era la mejor opción, pensó para sus adentros, no había nada más placentero que ver desaparecer el cuerpo entero en cuestión de segundos. Lo había probado antes con pequeños animales muertos, y con alguna que otra mariposa que ardía en pleno vuelo. Pero... ¿Un ser humano?
Se adelantó un poco al cuerpo y sacó una pequeña libreta que tenía en la mano. Empezó a acariciarla como un baile entre dedos y papel buscando la inspiración.
- Lo tengo - se dijo
"El corazón es un órgano musculoso cónico situado en la cavidad torácica, tiene cuatro cámaras o cavidades, dos llamadas aurículas y otros dos ventrículos uno de ellos se encoge en este mismo latido, en este mismo segundo y se siente algo más cálido, algo más humano. Recuerda así los días plácidos cuando era un niño en brazos de su madre, su primera bicicleta, su primera caricia a una mujer, el primer amor y ese calor, que va creciendo, empieza a convertirse en algo anormal, inhumano, casi antinatural, siente que la sangre empieza a calentarse demasiado, a hervir, la cabeza no le permite pensar bien, los músculos se sienten flácidos, no puede respirar.
Poco a poco el aire parece ondularse, el calor derrite hasta el tiempo y con esto la vida que le queda.
Empieza a arder. Pero desde dentro hacia fuera, y el deleite que consigue tener cuando ve aquellas llamas salir disparadas de cada poro de su piel, quemando la epidermis, la dermis y la hipodermis y dejando poco a poco libres, como queriendo escapar, trozos de blanco hueso en esta oscura realidad."
- Ha sido fácil
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martes, junio 03, 2014

Historia de media noche

Algo suave primero, casi como un beso prófugo, que se escapa en la noche y no quiere volver.
Lo ves marcharse, caminando mientras te mira y sabe lo que piensas. Te ríes, porque sabes que la noche anterior fue así, y la otra, y la otra.
Pero te da por andar, y la buscas entre las callejuelas en las que se mete, se cercan, la cercan y se mete en barrios que tú no conoces, casi la tocas, casi la abrazas, ESPERA. Corres desesperado a por ella, entre pocilgas londinenses y calles de toledo, entre cristaleras vírgenes en suelos de desesperanza, y casi la rozas.
Aunque ella sigue sin girarse.
Te parece todo tan dulce, te parece todo tan real, que ella sigue corriendo y tú tras ella, como si todo esto fuera parte de una aventura. Y tu corazón palpita porque sabe que esto es nuevo, que quizás está prohibido porque el juego no puso estas normas y tú te las estás saltando.
Al final, en el río, lleno de sombras a plena luz de media noche, se desprende de su velo, de su vestido y emprende un baile, casi parisino, embriagador, humano. Juegas a acariciarla y duermes entre sus suspiros. Te sientes ir como ella pero todo se rompe rápidamente, se resquebraja como sólo los sueños pueden hacerlo.
Abre los ojos y se asusta.
Abre los ojos y se va.
Quizás mañana ya no la vuelvas a ver. Y la historia de media noche termine aquí.
Qué tonta fue la idea de seguirla. Siempre quisiste más y ahora no puedes echarte para atrás.
La profundidad del río te parece ahora tan infinita, tan profundo su lamento como el tuyo mismo
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Volviendo a la realidad

Si no fuera porque para mi ya suena ridículo todo esto de la fantasía, me sentiría como algún tipo de muerto en vida que deambula por toda la tierra mirando a todas esas criaturas que aún vive y, de alguna u otra forma, se alimenta de esa viveza.
Y no, no os creáis que esa persona se siente triste por estar apagada, ni mucho menos, simplemente se siente como si hubiera vivido muchos años, aprendido demasiadas cosas y sufrido mucho en muy poco tiempo. Aunque, claro, siempre tenía el problema de que creía que todo lo que decía era verdad, que realmente había sufrido mucho y por eso sabía mucho de la vida. Que su verdad era más real que muchas de las otras realidades que se le tornaban grises y mustias comparadas con el fulgor que él siempre aportaba.

Y hasta incluso muchas veces se encontraba a grandes filósofos del actual siglo pensando lo que él, en sus devaneos pensaba. Lo cual le hacía sentir menos especial, pero sí más real. Como si hubiera alguna forma extraña de que después de muchos años, pudiera encontrarse con alguien tan especial como él mismo.

Si no fuera porque para mi ya suena ridículo todo esto. Si no fuera porque la fantasía murió hace muchos años, y sólo me queda esta realidad, este barro con el juego como si fuera aún un niño. Si no fuera porque la realidad me llena más incluso que cualquier cuento, cualquier historia extraordinaria. Si no fuera por eso, creo que no seguiría aquí, y estaría viendo cualquier idiotez, leyendo cualquier libro mal vendido y sintiéndome como cualquier otro que se piensa incomprendido cuando no es más que otra persona normal.

Como en realidad lo somos todos, todos los días.
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domingo, junio 01, 2014

Los pasajeros del tiempo

El otro día pensé que no duraría mucho más allá de los cuarenta años. Que todas estas veces que uno intenta comprender un poco más de qué materia extraña están compuestas las estrellas, esas deliciosas imágenes que tenemos de enormes bolas de fuego en medio de un vacío frío e insensible, se te hace todo cuesta arriba.
El otro día deambulé entre la deliciosa posibilidad de desaparecer de la vida, de morir, de suicidarse. Y, aunque siempre lo había visto desde un punto de negativo, hay veces en las que realmente no quisiera seguir adelante. Porque los pasos son demasiado pequeños para el largo camino que pienso hacer.
Dios. Realmente cuesta mucho levantarse y pensar que todas las cosas que haces realmente no sirven para nada. Que todos aquellos a los que intentas ayudar no van a cambiar, no como tú quieres que sean. Y ese es el problema. Que tú quieres que el resto de las personas sean de otra forma aunque sabes perfectamente que cada uno es y debe ser como él mismo quiera.
Y por eso mismo dejo de escribir, y de leer, y de hacer fotografías. Por eso mismo busco razones de mi apatía en personas, en hechos, en la sociedad, en aquello y aquello otro. Sin saber muy bien por qué mi mente funcionaba así. Y ahí estaba esa gran palabra: MIEDO.
A triunfar, a perder, a ganar, a luchar sin recompensa. Miedo a todas las cosas que conozco y voy conociendo cada día más. Miedo a todo lo que no puedo hacer.
Y realmente... es tan difícil huir de lo que piensen los demás, de pasar de todas esas cosas que piensas que te pueden decir, que todo realmente queda en la cabeza, en tu imaginación, en el miedo del "qué dirán".
Y realmente nos jode. Y mucho.
Quizá porque siempre he estado más por los demás que por mi mismo.
Quizá porque no me doy por vencido. Porque quiero luchar por alguien, para tener fuerzas y luchar por mi mismo.


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lunes, mayo 19, 2014

Déjame verte [+18]

Cierra la puerta despacio - le dijo - como si quisiera decirle todo lo que llevaba guardado durante el día. Y espera aquí, sentado.
Fue apagando las luces de la habitación, una a una hasta dejar sólo una pequeña vela encendida, en sus manos. Iluminando su cuerpo desnudo.
Claro que ella quería sexo, el sexo de las películas que tanto había visto, borrachos de alcohol y pasión, reventar las paredes a base de gemidos y arrancar cada tejido, de carne o cortina y no dejar mas que un intenso olor a sexo impregnando cada rincón de aquel lugar.
Pero eso ya lo había hecho con otros hombres, los había follado hasta dejarlos secos, hasta que temblaran como niños en un trozo del colchón. No, no quería hacer estragos con aquel hombre.
Por eso alzó la vela hasta su cara, para que viera cómo su lengua jugaba inquieta entre sus labios rojos. Sonreía, paraba, quería que se imaginase cada siguiente acto, cada segundo de después. Por eso bajo, entre sus costillas, acariciándola una a una, arañando su vientre y bajando un poco más. El contorno de su cadera se figura tostado, casi aureo.
Y él quiso entrar a tocar.
Quédate ahí, quietecito - le dijo - mientras se alejaba y mordía su cuello.

Ella misma se sentía arder. El corazón parecía volverse loco y nadie quería pararlo. Demasiada necesidad contenida. Pero aún así, le gustaba su nuevo juego.

Bajó la vela de nuevo, y entre las sombras titilantes pudo ver una mano que resplandecía lujuria, se volvió a tocar, a introducir brevemente los dedos, a hacerse brillar. Los gemidos se oían muy lejanos. Sólo había sitio para lo que la luz de la vela dejaba entrever. Unas manos firmes, fuertes, acariciaban su clítoris, la pasión empezaba a romper las reglas del juego y la luz se fue ladeando, perdiéndose.
Su mano empezó a tocar su propio pecho, su garganta, jugando con sus labios rojos. Lamiendose a si misma.
La vela terminó cayéndose y se apagó.
Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudo contemplar cómo tragaba saliva.
Follame - le dijo


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domingo, febrero 09, 2014

La vida es preciosa

El otro día leí algo sobre un hombre que se había suicidado escribiendo antes una carta, un tanto larga, tirando a varias miles de páginas sobre por qué se suicidaba y las razones de peso para hacer que uno de los actos más controvertidos de la historia de la humanidad sea completamente razonable.
Y me dio que pensar, junto con un montón de cosas que se me habían ido pasando por la cabeza, que en esta vida, realmente, no vale la pena llegar a comprender algo que no está diseñado para nosotros, practicamente porque no aceptamos nuestra condición de humanos, quizás, entre otras cosas, porque no somos humanos. Simplemente un animal que ha tenido la posibilidad de las herramientas necesarias para poder sobrevivir durante mucho más tiempo.
Lo cual me llevó a pensar, que si todo esto no tiene sentido, ni lo tendrá, al menos que nuestra propia condición cambie, ¿qué sino nos depara a aquellos que les da por indagar en los porqués de esta, nuestra única y sagrada vida?.
Algo malo. Sí, todos lo sabemos.
Es sabido, y casi resabido, que cualquiera que le de por entender la vida, fuera, completamente, de lo que es ser inteligente, le irá mal en la vida, entre otras cosas porque la vida no está hecha para vivirla, si no para disfrutarla, plenamente, como lo hace cualquier perro, y cualquier animal, salvo que nosotros tenemos el privilegio de ponernos un paraguas en la cabeza cuando nos salga del orto, o no. Lo cual es muy divertido.

En general. No hay que ser capullo, la vida es preciosa.
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sábado, enero 18, 2014

Y ellos sonreían

Empezaron a bailar por toda la tienda, mientras todos los miraban sin saber muy bien qué estaban haciendo. Por qué se salían de los cánones establecidos de comportamiento en público. Y ellos reían, en cambio.
Lo hacían todas las tardes, hasta que cerraban las tiendas y luego se iban a beber café barato a algún bar de nueva moda que no supiera hacer más que agua sucia en tazas de porcelana. Y toda esa gente que estaba alrededor suyo suspiraba, se cabreaba, hasta incluso mandaban improperios hacia ellos. Pero ellos no, ellos reían, en cambio.
Y cuando la noche era dura y pura allá arriba, en sus corazones latía una especie de adrenalina alimentada de un amor puro, completamente libre que les pedía demostrar al mundo las cosas que hacían de la mejor forma que se les daba. Siendo locos libres en una ciudad de esclavos.
Por eso muchas noches, en la madrugada, corrían desnudos delante de la comisaría de policía, del hospital y los conventos. Comían, inspirados por los Simpson, tarros y tarros de helado delante de los gimnasios y seguían sonriendo. Porque a cada nueva locura que hacían se sentían más y más libres. Como si las cadenas no tuvieran nada que ver con ellos.
Y aunque eran jóvenes, nunca dejaron de hacerlo. Ni en aquel entonces, ni cuando tuvieron hijos. Porque sus hijos corrían con ellos, de la mano, sonriendo.
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Memorias de un fumador

No, claro que no, se decía a él mismo, claro que no estoy muerto, simplemente algo apático hacia las sensaciones, y quizás en el fondo, hacia la vida en sí. La veo algo distante, muy gris sobre un fondo londinense. Como si la propia vida no quisiera saber de ella misma y se escapara entre las rendijas de una ventana entreabierta. Pensaba, con los cristales empapados y la ciudad vacía un sábado largo.
Sí, se sentía apático. Pero de una apatía tan fina y perfecta que se podría decir que estaba muerto. Y lo convincente que llegaba a ser esto le resultaba de lo más divertido, pues siempre se imaginaba que era un fantasma perdido buscando sus propias memorias para poder volver. Qué difícil era creérselo a veces. Y qué rápido volvía a tener hambre.
En algún lugar de mi vida he perdido, volviendo a lo que pensaba, esa necesidad de expresar lo hermoso de lo oculto, esa maravilla completamente escurridiza que sólo unos pocos artistas pueden capturar. Ese brillo en lo oscuro.
Sí, aquella pequeña persona, perdida en un mar de realidades desde hace cuantísimo tiempo no se había escurrido ni aunque fuera unos mínimos minutos de su realidad, y mira que todos quieres unas vacaciones. Pero por alguna razón, él pensaba que tenía que seguir de pie, estoico. Como si debiera una favor a la vida, o a las personas que lo componían. Pobre idiota.

Y qué rápido volvía a tener hambre
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sábado, enero 11, 2014

Cap.2

Ella había sido siempre de té, por mucho que mi padre hubiera preferido aquel horroroso sabor amargo del café, y el amarilleo que se le quedaba en los dientes por tanto fumar y tomar café. Quién sabe, puede que en el fondo los dos quisieran parecer grandes seres misteriosos que no podían más que lo intentaran dar su cara al mundo, y enmascaraban su presencia con el humo que desprendían las tazas. Aunque ella siempre ha sido de té, y eso le daba un toque más místico.

- Deberías sentarte, Anaura - me dijo, tras darse cuenta que llevaba un buen rato mirándola desde el marco de la puerta.

Las conversaciones nunca habían sido nuestro fuerte, en realidad el fuerte de ninguno de nuestra familia. Cuando nos sentábamos todos a comer, en una especie extraña de celebración cada vez que tocaba navidad, año nuevo o cualquier cumpleaños (entre otras cosas porque mi padre nunca quiso hacer las míticas celebraciones, y le dábamos toques extranjeros, temporales y cromáticos) nadie hablaba. Había una especie de comunicación no verbal en la cual todos sonreíamos sin saber bien por qué y, mientras dejábamos limpio el plato, murmurábamos cosas como: "hoy el cielo está muy azul" (siendo noche), o "mañana lloverá temprano, como siempre, quizás caigan un par de gatos" y no sé, sigo sin saber bien por qué, todos nosotros reíamos, como si la vida no tuviera tiempo ni espacio y allí siempre estaba yo. Sonriendo. Como ahora mismo cuando mi madre me pedía que me sentara.

Abrió un libro, y como siempre, empezó un breve preámbulo mirándo de soslayo las pequeñas gaviotas que sobrevolaban la ciudad.
Cada día andan más perdidas murmuró

- Todo el mundo queremos un pequeño sitio para nosotros, ¿sabes? - me miró - todos queremos de alguna u otra forma huir de todo esto y escapar a un mundo maravilloso que nadie conozca, o que sólo lleguen a conocer unos pocos, - y me sonrió, como el confidente que va a contar una mentira - todos deseamos de alguna forma ser amos y señores de cualquier cosa, aunque no exista, ser únicos e importantes.

No parpadeaba. Muchas veces la había interrumpido, hace años, y me iba dando cuenta que cualquier cosa que dijera no tenía mucha importancia si no decía lo que exactamente tenía que decir, como si no pudiera haber fallos, como si esto no fuera más que un guión sin improvisación.

- Tu padre me ragaló - dubitó durante unos segundos - bueno, realmente nos regaló, un pequeño reino de papel, en donde yo y él eramos "Los señores del reino de papel"
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jueves, enero 09, 2014

I'm a fucking loser



Se decía una y otra vez, tirada en la cama, casi hasta creérselo. Siendo el único testigo de su pequeña muerte aquella humedad del techo que parecía decir algo. Pero no.
Aquella noche no tenía lágrimas para nadie más, aunque sinceramente no le había pasado gran cosa. Un pequeño desliz con una amiga, su novio no la quería como ella pensaba, o como ella había querido pensar que era el amor - Mierda de películas y sus actores tan perfectos - y se tiraba en la cama con su pijama de women' secret, que mira tú por donde, no le daba frío aunque afuera hiciera dos grados bajo cero. Oh, espera, tenían calefacción. Me faltaba remarcar eso.
Como iba diciendo. Ella estaba ahí, tirada en la cama, pensando que su vida se había convertido por fin en ese tipo de película que toda adolescente quería vivir. Por fin, aunque pareciese raro, había tenido problemas a los que enfrentarse - sí, ya sé que sólo eran problemas triviales de sus amigos y su novio, pero joder, si no tiene nada más a lo que aferrarse, ¿qué diantres esperáis? - y mientras miraba aquella humedad en el techo, pensando que su cuarto era una pocilga y sus padres no querían cuidarla como ella se lo merecía, deseaba con todas sus fuerzas desprenderse de una lágrima como si fuera una persona normal, aunque recordar, no es este el caso, ella es especial, ella es de película.
Así que se dio la vuelta y esperó ansiosa una réplica al mensaje que había enviado por whatsapp. Y como era de esperar, no llegaba, quizás porque su novio estaba tonteando con Jinny, o con Michelle, o con aquella chica belga de intercambio que había llegado con su melenaza rubia y sus tetas despampanantes. O quizás, había otras posibilidades de que estuviera pasando la noche con sus amigos (porque entre otras cosas, ella no había dicho nada de su malestar emocional, esperaba que alguien lo sintiera, no sé, telepáticamente o algo parecido) y disfrutaba de las cervezas como cualquier otro joven normal una noche del sábado. O quizás, sólo quizás, si su obnubilación no fuera tan grave, se daría cuenta que no había dos "check" y que como de todos es sabido, el mensaje de Te quiero no había llegado a su destino.
Tiró el móvil de seiscientos euros por la habitación que con tanto esfuerzo le habían comprado los padres, hacia una moqueta demasiado mullida haciendo que su furia enérgica se viera reducida a un simple: "puf"
Se dio la vuelta e inundó su cara en la almohada de latex, y si hubierais estado ahí, os juro por todos los dioses en los que creo, sentiríais la gran y enorme decepción al oír cómo repetía de nuevo, la tan dichosa frase:


I am a fucking loser


Dí que sí, chica
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lunes, enero 06, 2014

jueves, enero 02, 2014

Re-make de un libro que hace tiempo debería haber terminado

Los ángeles siempre vuelan muy alto, me solían decir mis padres cada vez que miraba al cielo, y yo, me preguntaba por qué nunca les daba por bajar y hablar con nosotros, ¿acaso tenían miedo? como los perros pequeños de la tía Soledad, que siempre ladraban mientras se iban metiendo para atrás, a los oscuros pasillos de aquella casa sin ventanas, o como el tío Juan que nunca se atrevía a aguantar la mirada de papá. Pero siempre que alzaba la vista al cielo intentaba mirar algún resquicio entre las nubes grises, entre las blancas y las negras, con el sueño en el alma de poder arrebatarles su identidad prófuga y poder decir: sí, ahí están.

Pero nunca estaban. Ni ese día ni los anteriores. Y catorce años después seguían sin venir, aunque ya no hubiera perros en la casa de la tía Soledad, y mi padre no pudiera asustar al tío Juan, ni a nadie más. No vi ángeles en los funerales, ni en las tardes lluviosas y largas en las que mi madre no quería salir de su mustia apatía. Parecía un sauce llorón con demasiados inviernos secos; completamente ajada, como si su papel, su piel, no tuviera intención de seguir siéndolo. Como si no quisiera que nadie más la leyese.


Y cada tarde que volvía del instituto, la encontraba en el mismo lugar, mirando por la ventana quién sabe qué. Con una taza humeante de té que despredía el mismo olor con el que estaba impregnada toda la sala, las demás habitaciones y se podría decir que el propio corazón de la casa.
Muchas veces quería acercarme a ella y llorar durante horas esperando que por fin, las lágrimas pudiera limpiar de una vez toda la negrura que se había despositado en nuestros corazones. Pero sabía a ciencia cierta que nada, ni el té ni las lágrimas podrían sacarla de su apatía, de la muerte lenta en la que se estaba sumiendo.

Hasta que un día decidió levantarse, como se levanta un viejo roble del suelo y hace crujir todo un bosque. Se la oyó suspirar como hace años que no lo hacía y, aunque yo no estaba ahí, el pequeño Huesos, nuestro gato, se acercó a ella para ver qué pasaba. Y fue el único que vió cómo de una pequeña vitrina, que con los años se había vuelto completamente invisible, sacaba poco a poco, con la delicadeza que sólo puede tener una madre con sus hijos, unos libros con las tapas raídas, las hojas amarillas y una miríada de palabras escritas a mano, todas bajo el yugo de un título, que en mi más tierna infancia creía haber oído.

Los hombres de Ceniza

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miércoles, enero 01, 2014

Feliz 2014


Nunca ha significado mucho para mi este año, quiero decir, el novedoso y para nada repetitivo año nuevo. No quiero recordar a nadie que la inmensa mayoría de las veces un año nuevo es demasiado grande como para catalogarlo como bueno o como malo, al igual que la ingente cantidad de personas que lo conforman, no tiene un color, y si lo fuera, sería algo muy colorido y tirando a demasiado puaj, digo.
Pero por otra parte, como tantas veces durante todos estos años en los que lo he celebrado (que por desgracia sólo recuerdo tres o cuatro a lo sumo) he mirado al cielo y he sentido lo mismo que todos los años. He sentido, no cómo el año se muere y da paso al nuevo, si no cómo todas esas personas que por fin se ponen de acuerdo en algo al mismo tiempo, les da por terminar con un año, así, por su pura vanidad, y empezar otro, que seguramente sea en general, igual que todos los anteriores.
Y qué queréis que os diga, no hay nada más bonito que sentir que hacemos algo por fin juntos, después de tantos colores, tantos odios. No sé, en el fondo soy un romántico en este sentido, aunque a mi forma, como con todo, siempre a mi forma.
El 2014 no será nada del otro mundo, ni mejor ni peor, será como todos los años, más que nada porque no se acaba un año, si no que continúa un día largo, largo y cansado que es en donde vivimos y donde nos toca vivir.
Aunque eso no significa que pierda toda esa magia tan especial que le damos a las cosas sin magia.
En el fondo seguimos siendo unos soñadores. Y por eso escribo, porque espero que alguien me responda, y que ese alguien no sea ninguno de vosotros.
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Caminantes