Diario de una historia

miércoles, junio 05, 2024

Algunas veces me gusta huir de lo que soy. Algunas veces me gusta sentirme encerrado en otro cuerpo, en otro lugar. A veces pienso que vengo aquí o a cualquier sitio de internet simplemente porque mi vida, mi vida actual, no me termina de convencer. O que quizás no es suficiente esta vida que tengo y por eso necesito inventarme otra. Otras personas, otros gustos, otra realidad. Hay veces que ya no quiero saber, ni quiero tener ni quiero recordar. Hay veces que solo quiero ser un especimen estúpido sin sentido alguno
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Después de tanto tiempo

Me he puesto a limpiar la casa porque tengo presente en la cabeza que a veces hay que dejar de hacer cosas y ponerte a reparar, a limpiar y a cuidar las cosas que hay a tu alrededor. Barrer, por ejemplo, tiene un efecto relajante. Igual que fregar los cacharros o el suelo. Al final es todo lo mismo: tener suciedad y quitártela de encima. Pensar dejando el piloto en automático por una carretera super larga y dejarte llevar por el pensamiento. Llevo sin meterme en este blog más de ocho años. Ni si quiera me voy a poner a leer lo que hay detrás. Ya vale de pensar en el pasado, ni que ese camino fuera a recorrerlo de nuevo. No es mi estilo. Siempre he tirado para delante. Por eso me sorprende tanto ver que no puedo huír del pasado. ¿A qué me quiero aferrar? Vuelvo a escribir sin tener en cuenta la métrica ni la aritmética. Ni que me de importancia si eso que acabo de decir tiene valor alguno. No quiero forma ni contexto. Vuelvo a escribir para vomitar lo que llevo. Para intentar meter todo este caos en una tormenta que me guste. ¿Te acuerdas cuando te hablaba de la tormenta? Estoy recordando que antes escribía aquí porque las pantallas no eran tan largas. Ahora tengo que darle de lejos una mirada apaisada para terminar una página. Es antinatural. Quizás cuando se vea note algo distinto. Quizás no. Quizás no lea. Palabras. Caos. Tormenta. Hablábamos de la tormenta. Antes me gustaba la tormenta. Ahora pienso que solo soy carne del suicidio. Es increíble porque hace unos años me aferraba a la idea de la felicidad por la felicidad. A la vida en la vida. Joder, arranqué mi propio árbol, un árbol que había plantado y que a los niños les había hecho ilusión. Lo había hecho con ellos y todo por qué? Porque me había sentido atacado, agredido, por qué? por unas personas que apenas conocía. Ya ves, me pudo todo y me cargué una vida. Yo. Maté a un árbol. Hoy en día los niños me preguntan por qué ese señor -refiriéndose al jardinero- no le gusta nuestras plantas. No sé, hijo mío, no sé. No le gustará. Y punto. Punto. Ojalá fuera tan fácil terminar todo con un punto. Como si el libro no quisiera escribirse él mismo constantemente. Como si no me muriese de ganas por seguir escribiendo hasta el final. Es curioso porque no escribo para que quede bonito pero a partir de ciertas lineas empieza a tener todo más sentido. Y como el gran hijo de puta que soy cojo estas últimas lineas cuando ya quieren tener sentido y las quemo vivas.
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Caminantes