Diario de una historia

domingo, octubre 06, 2013

Tan iguales, tú, chino

Hoy he estado un rato tirado en la cama mientras estaba jugando con un muñeco que me habían regalado hace un tiempo. Con el cigarrillo en el cenicero, consumiéndose, veía cómo un pequeño bebé foca, que te miraba desde aquellos profundos ojos negros, estaba cargado de tanta ironía. La verdad es que me hizo gracia pensar que en mis manos, un muñeco había sido manufacturado con licencia de Soundprints, Norwalk, CT USA en China, sí, esa gran potencia mundial.


Algo cómico. Quiero decir; estaba yo ahí, tirado en la cama rozando el pelo que le habían puesto en... ¿menos de un minuto?, dándome cuenta de los rotos que tenía en un costado y recordando por qué me lo habían dado y durante cuánto tiempo lo había tenido. Pero... ¿y el tiempo que estuvo en las manos de quien lo hizo? Esa persona no lo sintió como yo, le dio la importancia justa de que aquello le daría de comer. Su pelo suave apenas habría pasado por sus manos rápidas y cansadas. Ni qué decir de los ojos, dos puntos, un par de costuras, hilo, hilo, hilo... Siguiente.

Siguiente.

Era increíble cómo las cosas cambiaban de mano a mano. El mundo era completamente distinto detrás de una pared, para mi era algo especial; para otro, quizás, simplemente un plato de comida.

Y me dio rabia de que esas dos personas, esos dos seres humanos, tan iguales, él y yo, tuviéramos que ser tan distintos en la distancia. Por qué teníamos que ser distintos, por qué si los dos estábamos hechos de la misma pasta ni si quiera supiéramos de la existencia del otro.


Esto va por ti, chino desconocido, me ha gustado lo que has hecho
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