Todo en esta vida tiene una gracia que, como poco, es de lo más deliciosa posible. Quiero decir: hace unos años, (está claro que a mi me gusta el jazz, no sólo porque escriba y sea algo casi necesario para poder escribir, si no porque es de las pocas formas de expresión real, vivida, casi mágica, que tenemos hoy en día) sería impensable que disfrutara como lo estoy haciendo ahora, pensando seriamente en quedarme escuchando esas 6 horas que citaba el título del video.
Read More
Quién coño sería ese tal JaBig, seguramente un negro. Quién si no, ¿Un Woody Allen? Por favor...
Tiene gracia, quiero decir, que después de todos estos años una vez muerto mi padre me pusiera a pensar, o mejor dicho, a degustar todas las palabras que me dijo él en su debido momento. En la forma de escribir que me aconsejaba, en cómo debía escucharle porque él sabía mucho más que yo. Dios... cuánto aprendí de él, y qué poco caso le hice entonces.
Quizás me haga falta tener un poco más de esperanza en que no fui ese hijo perdido, esa decepción de hombre, como a él tanto le agradaba decirme. Pero le perdono, él pensaba suicidarse y yo lo único que quería era salir de la cárcel en la que se había convertido nuestra relación.
Y joder, qué gusto da decir las cosas sin meter tanta pollada poética, y digo pollada porque a estas alturas de mi vida la poesía se ha quedado demasiado abajo, donde la tierra parece aún florecer y no hace tanto frío, aunque estemos en las nubes.
Sí, estaría estas seis horas de Jazz quejándome sobre lo dura y amarga que ha sido mi vida si no fuera porque eso, como ya dije, se lo dejo a los poetas, porque no soy un Bukowski, ni pretendo parecerlo.
Se podría decir que soy un escritor que ha dejado de perseguir la fama.
A quién cojones pretendo mentir, sólo los muertos, los que importan de verdad, los que aún joden en sus esquinas frías y húmedas, no pretenden perseguir la fama, un atisbo, una miaja, un remanzo de reconocimiento, de amor, de calor.
Yo aún no estoy muerto, por mucho que pretenda parecerlo.