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Y te fuiste, una vez más

Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre. Todos esos lápices de colores que corrieron despavoridos por las hojas blancas de una infancia entera, de las nubes agostadas sobre lienzos de gris acuarela, las tardes en el parque, los gritos y enfrentarse contra monstruos invisibles. Todo era tan real como la vez que nos vimos, tú cogiendo las manzanas de un árbol prohibido y yo sintiéndome pequeño mientras agarraba la mano de mi madre para no salir corriendo. Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre, como los vientos del norte que venían cada invierno a azotar las límpidas oquedades que dejaban los días sin sol, sin esperanza alguna de salir a jugar. Y si no mal recuerdo, cada vez que pronunciaba tu nombre y tú reías por cómo sonaba en mis labios, me volvían de repente al colegio y su rutina, a sus estudios y estudiosos, a cada rincón frío de los pasillos cada vez que me echaban porque no hacía otra cosa que volver a escribirte. Cuánta tinta en cuántos poemas me habré gastado para que pudieras verme durante un segundo como yo te veía si respirabas. Y volvían los suspiros de otoño cargados de hojas. Y la calidez de tus abrazos, de tus mejillas sonrosadas porque no lo sabías hacer bien. "No suelo abrazar a nadie, perdona si lo hago mal" Me dijiste en aquel entonces y supe que te había encontrado. La luz de un cuento inacabado.


Se me hace tan raro volver a escribirte. Cómo cuesta hacer terciopelo con las manos y el pecho ajado. Quién diría que algún día lo haría sólo, otra vez en pleno invierno y pensando que si escribo tu nombre en la esquina de cada cuaderno, alguna nueva brisa de otoño vendrá y, tus mejillas y aquel árbol prohibido y una y otra vez volveré a los parques y sus monstruos. Y tus labios.

Hay tantas cosas que podrían ser tu nombre, tanta vida que te compartía. Que no comprendo por qué no estás.

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Una historia más, un recuerdo más