Algo suave primero, casi como un beso prófugo, que se escapa en la noche y no quiere volver.
Lo ves marcharse, caminando mientras te mira y sabe lo que piensas. Te ríes, porque sabes que la noche anterior fue así, y la otra, y la otra.
Pero te da por andar, y la buscas entre las callejuelas en las que se mete, se cercan, la cercan y se mete en barrios que tú no conoces, casi la tocas, casi la abrazas, ESPERA. Corres desesperado a por ella, entre pocilgas londinenses y calles de toledo, entre cristaleras vírgenes en suelos de desesperanza, y casi la rozas.
Aunque ella sigue sin girarse.
Te parece todo tan dulce, te parece todo tan real, que ella sigue corriendo y tú tras ella, como si todo esto fuera parte de una aventura. Y tu corazón palpita porque sabe que esto es nuevo, que quizás está prohibido porque el juego no puso estas normas y tú te las estás saltando.
Al final, en el río, lleno de sombras a plena luz de media noche, se desprende de su velo, de su vestido y emprende un baile, casi parisino, embriagador, humano. Juegas a acariciarla y duermes entre sus suspiros. Te sientes ir como ella pero todo se rompe rápidamente, se resquebraja como sólo los sueños pueden hacerlo.
Abre los ojos y se asusta.
Abre los ojos y se va.
Quizás mañana ya no la vuelvas a ver. Y la historia de media noche termine aquí.
Qué tonta fue la idea de seguirla. Siempre quisiste más y ahora no puedes echarte para atrás.
La profundidad del río te parece ahora tan infinita, tan profundo su lamento como el tuyo mismo
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Una historia más, un recuerdo más