Aquella noche no tenía lágrimas para nadie más, aunque sinceramente no le había pasado gran cosa. Un pequeño desliz con una amiga, su novio no la quería como ella pensaba, o como ella había querido pensar que era el amor - Mierda de películas y sus actores tan perfectos - y se tiraba en la cama con su pijama de women' secret, que mira tú por donde, no le daba frío aunque afuera hiciera dos grados bajo cero. Oh, espera, tenían calefacción. Me faltaba remarcar eso.
Como iba diciendo. Ella estaba ahí, tirada en la cama, pensando que su vida se había convertido por fin en ese tipo de película que toda adolescente quería vivir. Por fin, aunque pareciese raro, había tenido problemas a los que enfrentarse - sí, ya sé que sólo eran problemas triviales de sus amigos y su novio, pero joder, si no tiene nada más a lo que aferrarse, ¿qué diantres esperáis? - y mientras miraba aquella humedad en el techo, pensando que su cuarto era una pocilga y sus padres no querían cuidarla como ella se lo merecía, deseaba con todas sus fuerzas desprenderse de una lágrima como si fuera una persona normal, aunque recordar, no es este el caso, ella es especial, ella es de película.
Así que se dio la vuelta y esperó ansiosa una réplica al mensaje que había enviado por whatsapp. Y como era de esperar, no llegaba, quizás porque su novio estaba tonteando con Jinny, o con Michelle, o con aquella chica belga de intercambio que había llegado con su melenaza rubia y sus tetas despampanantes. O quizás, había otras posibilidades de que estuviera pasando la noche con sus amigos (porque entre otras cosas, ella no había dicho nada de su malestar emocional, esperaba que alguien lo sintiera, no sé, telepáticamente o algo parecido) y disfrutaba de las cervezas como cualquier otro joven normal una noche del sábado. O quizás, sólo quizás, si su obnubilación no fuera tan grave, se daría cuenta que no había dos "check" y que como de todos es sabido, el mensaje de Te quiero no había llegado a su destino.
Tiró el móvil de seiscientos euros por la habitación que con tanto esfuerzo le habían comprado los padres, hacia una moqueta demasiado mullida haciendo que su furia enérgica se viera reducida a un simple: "puf"
Se dio la vuelta e inundó su cara en la almohada de latex, y si hubierais estado ahí, os juro por todos los dioses en los que creo, sentiríais la gran y enorme decepción al oír cómo repetía de nuevo, la tan dichosa frase:
I am a fucking loser
Dí que sí, chica
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