
No es tanto el mundo de ahí fuera lo que debería importarnos. Ni esas grandes ciudades ni esos imperiosos bosques tan arraigados, besando el mar a base de acantilados colosales. No, el mundo que nos rodea, en las pequeñas ciudades que vivimos, también es hermoso, tiene un brillo fugaz digno de cualquier beso a media noche. Ya nadie le importa
Todo el mundo sueña con Madrid, pero qué pasa con las...