Diario de una historia

lunes, octubre 14, 2013

Mis propias calles

No es tanto el mundo de ahí fuera lo que debería importarnos. Ni esas grandes ciudades ni esos imperiosos bosques tan arraigados, besando el mar a base de acantilados colosales. No, el mundo que nos rodea, en las pequeñas ciudades que vivimos, también es hermoso, tiene un brillo fugaz digno de cualquier beso a media noche. Ya nadie le importa

Todo el mundo sueña con Madrid, pero qué pasa con las calles de tu niñez, esas roñosas y llenas de oquedades. Qué fue del miedo por aquella casona, por aquella verruga

enorme de aquella vieja que te miraba desde arriba, y te hacía temblar.

Y aquella chica morena que te la encontrabas todos los días, y que no sabías nada de ella, pero tus sueños no dejaban de marcar sus piernas en tus entrañas y su mirada en tu alma. Qué inocentes éramos.


Siempre recordaré con cariño donde me crié. Y me da pena por aquellos que se lo están perdiendo. Vuestro hogar se está volviendo en algo virtual y vuestra memoria en algo fugaz




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Caminantes