Diario de una historia

viernes, diciembre 07, 2012

Desvanecida realidad.

Llevaba años mirándose en el espejo cada vez que se despertaba, cada mañana, cada minuto de su despertar se miraba meticulosamente. Ahí estás. Se decía. Ahí sigues mirándome como un desgraciado, porque sabes que no puedes salir, porque te tengo bien cogido y jamás podrás ser como yo, porque te tengo anclado a una realidad, a una eterna realidad.
Tragaba saliva como podía, ya áspera la garganta por tanto tabaco y alcohol. Se miraba de nuevo en el espejo, se quedaba ahí, de nuevo, mirando. Cada lágrima marcada en la piel, cada vieja vena en el ojo. Sangre y algo de bilis vital era lo que emergía de su mirada.
Se recogía las manos entre el frío, jugaba con la realidad de las esquinas y pensaba que la oscuridad se había olvidado por fin de él. Pero el único que no lo hacía, el único que siempre le recordaba lo que pasaba, era aquel reflejo revelador, cierto, perfectamente humano.
Siempre terminaremos siendo fantasmas de nuestros miedos. Esclavos de nuestras pesadillas.


"La verdad es algo efímero, la verdad es algo cambiante, cruel. Sigue con esta mentira, permíteme vivir".
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