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Y sigues pensando

Sacando a relucir todo un poco de ese cajón en desuso que llamamos alma. Me doy cuenta de que no sin saberlo del todo, me he convertido en una especie de... ser sin catalogar, casi fantasmal. Lo cual realmente en ninguno de los aspectos es malo, ni parecido. Pero la realidad termina deshaciéndose y uno se pregunta tantas cosas sobre uno mismo que se siente mal por no conocerse. Por no ser nadie no sólo para los demás.
Los recuerdos al final no terminan por ser gran cosa ante el presente, salvo ese salvavidas que puede que le de por ayudarte o por dejarte ahogar, por ver si aprendemos algo nuevo. Otra vez.

Me he dado cuenta de que, a diferencia de antes, ya no me siento un artista. Tampoco un humanista y, de todas esas ramas que se pueden encontrar en la filosofía, no me atrae ninguna, ni ese nihilismo vaporoso ni el terroso realismo. Me apestan más que atraerme.

Tiene gracia que con veinte pocos años. Tan pocos o tan largos. Me sienta, y escriba sobre cómo se debería sentir un humano completo y... me doy cuenta de que no nos queda mucho más que llegar a juntarnos con el cosmos, o el universo, o no sé, quizás sólo llegar al sistema solar.

Tiene gracia que con veinte pocos años, crea que sé mucho más que los demás, que todo ese vulgo que está ahí fuera, y se mueve, sin saber muy bien por qué y muchos menos para qué.

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Una historia más, un recuerdo más