Diario de una historia

martes, junio 24, 2014

Y sigues pensando

Sacando a relucir todo un poco de ese cajón en desuso que llamamos alma. Me doy cuenta de que no sin saberlo del todo, me he convertido en una especie de... ser sin catalogar, casi fantasmal. Lo cual realmente en ninguno de los aspectos es malo, ni parecido. Pero la realidad termina deshaciéndose y uno se pregunta tantas cosas sobre uno mismo que se siente mal por no conocerse. Por no ser nadie no sólo para los demás.
Los recuerdos al final no terminan por ser gran cosa ante el presente, salvo ese salvavidas que puede que le de por ayudarte o por dejarte ahogar, por ver si aprendemos algo nuevo. Otra vez.

Me he dado cuenta de que, a diferencia de antes, ya no me siento un artista. Tampoco un humanista y, de todas esas ramas que se pueden encontrar en la filosofía, no me atrae ninguna, ni ese nihilismo vaporoso ni el terroso realismo. Me apestan más que atraerme.

Tiene gracia que con veinte pocos años. Tan pocos o tan largos. Me sienta, y escriba sobre cómo se debería sentir un humano completo y... me doy cuenta de que no nos queda mucho más que llegar a juntarnos con el cosmos, o el universo, o no sé, quizás sólo llegar al sistema solar.

Tiene gracia que con veinte pocos años, crea que sé mucho más que los demás, que todo ese vulgo que está ahí fuera, y se mueve, sin saber muy bien por qué y muchos menos para qué.
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domingo, junio 22, 2014

Sigo vivo

Todo en esta vida tiene una gracia que, como poco, es de lo más deliciosa posible. Quiero decir: hace unos años, (está claro que a mi me gusta el jazz, no sólo porque escriba y sea algo casi necesario para poder escribir, si no porque es de las pocas formas de expresión real, vivida, casi mágica, que tenemos hoy en día) sería impensable que disfrutara como lo estoy haciendo ahora, pensando seriamente en quedarme escuchando esas 6 horas que citaba el título del video.

6 Hour Jazz Music Mix by JaBig

Quién coño sería ese tal JaBig, seguramente un negro. Quién si no, ¿Un Woody Allen? Por favor...
Tiene gracia, quiero decir, que después de todos estos años una vez muerto mi padre me pusiera a pensar, o mejor dicho, a degustar todas las palabras que me dijo él en su debido momento. En la forma de escribir que me aconsejaba, en cómo debía escucharle porque él sabía mucho más que yo. Dios... cuánto aprendí de él, y qué poco caso le hice entonces.

Quizás me haga falta tener un poco más de esperanza en que no fui ese hijo perdido, esa decepción de hombre, como a él tanto le agradaba decirme. Pero le perdono, él pensaba suicidarse y yo lo único que quería era salir de la cárcel en la que se había convertido nuestra relación.

Y joder, qué gusto da decir las cosas sin meter tanta pollada poética, y digo pollada porque a estas alturas de mi vida la poesía se ha quedado demasiado abajo, donde la tierra parece aún florecer y no hace tanto frío, aunque estemos en las nubes.

Sí, estaría estas seis horas de Jazz quejándome sobre lo dura y amarga que ha sido mi vida si no fuera porque eso, como ya dije, se lo dejo a los poetas, porque no soy un Bukowski, ni pretendo parecerlo.

Se podría decir que soy un escritor que ha dejado de perseguir la fama.

A quién cojones pretendo mentir, sólo los muertos, los que importan de verdad, los que aún joden en sus esquinas frías y húmedas, no pretenden perseguir la fama, un atisbo, una miaja, un remanzo de reconocimiento, de amor, de calor.

Yo aún no estoy muerto, por mucho que pretenda parecerlo.
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A nadie le interesan los Domingos

Oh Dios...
Siempre pensé que debería haberme callado esos lunes por la mañana, cuando aún llevaba la resaca del exceso de tanta soledad. Los benditos Domingos y su sinceridad.
... en el fondo estamos tan solos.
En el fondo debería haber encontrado algo más que posos, que un grano de café mal prensado, mal hecho, con prisa, en el fondo de la taza. Porque siempre que iba ahí ese maldito barman tenía la misma cara de puta que todos los malditos lunes. Quizás era como yo, otro personaje cabreado con la vida que lo pagaba con cualquiera que llegara.
¿Pero por qué con el café?
Por Dios, con el café no.
Aunque... en el fondo, a nadie le importa, ¿no? Nadie hasta entonces, de todas esas cientos de personas le importaba lo más mínimo si su café estaba bien molido, si la tolva tenía exceso o no de humedad y las fresas seguían limpias, o algún que otro disgusto intragable había visto terminar sus días ahí. A nadie le importaba si la temperatura era la adecuada, a fin de cuentas era lo esperable de una máquina de hacer cafés, del precio y del local que, cómo no, estaba jodidamente bien puesto en este pueblo donde cada madre era familia de cada buen pastor.
A nadie le importaba, joder, y a eso me refiero. Era un jodido lunes de mierda donde no había ni una sola alma empapada de Domingo, porque no había Domingos para ellos, sólo Sábados y domingos, y una larga semana, como si se tratara de un día larguísimo en donde lo único que había que hacer era llegar al final, arañando la superficie de una felicidad efímera.

Oh Dios... pensé. A nadie le interesa el Café.
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miércoles, junio 04, 2014

Una pequeña colaboración

Pum pum, el corazón empezó a latir desbocándose de su papel principal, estaba muerto y así debería haber seguido durante al menos que el punto final le dejara hacer otra cosa. Otro latido. No ocurría lo que quería, no podía seguir vivo, el plan era matarlo y terminar. Sin latidos y sin respiraciones, sin nada.
"Utiliza la imaginación" Escuchó a sus espaldas. Sabía quién había sido él que se lo decía, no podía ser nadie más.
"Desdibuja los hilos de los sueños, deshace las agujas del tiempo. Eres amo y señor de cualquier castillo, eres un príncipe de la tinta"
Quemarlo siempre era la mejor opción, pensó para sus adentros, no había nada más placentero que ver desaparecer el cuerpo entero en cuestión de segundos. Lo había probado antes con pequeños animales muertos, y con alguna que otra mariposa que ardía en pleno vuelo. Pero... ¿Un ser humano?
Se adelantó un poco al cuerpo y sacó una pequeña libreta que tenía en la mano. Empezó a acariciarla como un baile entre dedos y papel buscando la inspiración.
- Lo tengo - se dijo
"El corazón es un órgano musculoso cónico situado en la cavidad torácica, tiene cuatro cámaras o cavidades, dos llamadas aurículas y otros dos ventrículos uno de ellos se encoge en este mismo latido, en este mismo segundo y se siente algo más cálido, algo más humano. Recuerda así los días plácidos cuando era un niño en brazos de su madre, su primera bicicleta, su primera caricia a una mujer, el primer amor y ese calor, que va creciendo, empieza a convertirse en algo anormal, inhumano, casi antinatural, siente que la sangre empieza a calentarse demasiado, a hervir, la cabeza no le permite pensar bien, los músculos se sienten flácidos, no puede respirar.
Poco a poco el aire parece ondularse, el calor derrite hasta el tiempo y con esto la vida que le queda.
Empieza a arder. Pero desde dentro hacia fuera, y el deleite que consigue tener cuando ve aquellas llamas salir disparadas de cada poro de su piel, quemando la epidermis, la dermis y la hipodermis y dejando poco a poco libres, como queriendo escapar, trozos de blanco hueso en esta oscura realidad."
- Ha sido fácil
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martes, junio 03, 2014

Historia de media noche

Algo suave primero, casi como un beso prófugo, que se escapa en la noche y no quiere volver.
Lo ves marcharse, caminando mientras te mira y sabe lo que piensas. Te ríes, porque sabes que la noche anterior fue así, y la otra, y la otra.
Pero te da por andar, y la buscas entre las callejuelas en las que se mete, se cercan, la cercan y se mete en barrios que tú no conoces, casi la tocas, casi la abrazas, ESPERA. Corres desesperado a por ella, entre pocilgas londinenses y calles de toledo, entre cristaleras vírgenes en suelos de desesperanza, y casi la rozas.
Aunque ella sigue sin girarse.
Te parece todo tan dulce, te parece todo tan real, que ella sigue corriendo y tú tras ella, como si todo esto fuera parte de una aventura. Y tu corazón palpita porque sabe que esto es nuevo, que quizás está prohibido porque el juego no puso estas normas y tú te las estás saltando.
Al final, en el río, lleno de sombras a plena luz de media noche, se desprende de su velo, de su vestido y emprende un baile, casi parisino, embriagador, humano. Juegas a acariciarla y duermes entre sus suspiros. Te sientes ir como ella pero todo se rompe rápidamente, se resquebraja como sólo los sueños pueden hacerlo.
Abre los ojos y se asusta.
Abre los ojos y se va.
Quizás mañana ya no la vuelvas a ver. Y la historia de media noche termine aquí.
Qué tonta fue la idea de seguirla. Siempre quisiste más y ahora no puedes echarte para atrás.
La profundidad del río te parece ahora tan infinita, tan profundo su lamento como el tuyo mismo
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Volviendo a la realidad

Si no fuera porque para mi ya suena ridículo todo esto de la fantasía, me sentiría como algún tipo de muerto en vida que deambula por toda la tierra mirando a todas esas criaturas que aún vive y, de alguna u otra forma, se alimenta de esa viveza.
Y no, no os creáis que esa persona se siente triste por estar apagada, ni mucho menos, simplemente se siente como si hubiera vivido muchos años, aprendido demasiadas cosas y sufrido mucho en muy poco tiempo. Aunque, claro, siempre tenía el problema de que creía que todo lo que decía era verdad, que realmente había sufrido mucho y por eso sabía mucho de la vida. Que su verdad era más real que muchas de las otras realidades que se le tornaban grises y mustias comparadas con el fulgor que él siempre aportaba.

Y hasta incluso muchas veces se encontraba a grandes filósofos del actual siglo pensando lo que él, en sus devaneos pensaba. Lo cual le hacía sentir menos especial, pero sí más real. Como si hubiera alguna forma extraña de que después de muchos años, pudiera encontrarse con alguien tan especial como él mismo.

Si no fuera porque para mi ya suena ridículo todo esto. Si no fuera porque la fantasía murió hace muchos años, y sólo me queda esta realidad, este barro con el juego como si fuera aún un niño. Si no fuera porque la realidad me llena más incluso que cualquier cuento, cualquier historia extraordinaria. Si no fuera por eso, creo que no seguiría aquí, y estaría viendo cualquier idiotez, leyendo cualquier libro mal vendido y sintiéndome como cualquier otro que se piensa incomprendido cuando no es más que otra persona normal.

Como en realidad lo somos todos, todos los días.
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domingo, junio 01, 2014

Los pasajeros del tiempo

El otro día pensé que no duraría mucho más allá de los cuarenta años. Que todas estas veces que uno intenta comprender un poco más de qué materia extraña están compuestas las estrellas, esas deliciosas imágenes que tenemos de enormes bolas de fuego en medio de un vacío frío e insensible, se te hace todo cuesta arriba.
El otro día deambulé entre la deliciosa posibilidad de desaparecer de la vida, de morir, de suicidarse. Y, aunque siempre lo había visto desde un punto de negativo, hay veces en las que realmente no quisiera seguir adelante. Porque los pasos son demasiado pequeños para el largo camino que pienso hacer.
Dios. Realmente cuesta mucho levantarse y pensar que todas las cosas que haces realmente no sirven para nada. Que todos aquellos a los que intentas ayudar no van a cambiar, no como tú quieres que sean. Y ese es el problema. Que tú quieres que el resto de las personas sean de otra forma aunque sabes perfectamente que cada uno es y debe ser como él mismo quiera.
Y por eso mismo dejo de escribir, y de leer, y de hacer fotografías. Por eso mismo busco razones de mi apatía en personas, en hechos, en la sociedad, en aquello y aquello otro. Sin saber muy bien por qué mi mente funcionaba así. Y ahí estaba esa gran palabra: MIEDO.
A triunfar, a perder, a ganar, a luchar sin recompensa. Miedo a todas las cosas que conozco y voy conociendo cada día más. Miedo a todo lo que no puedo hacer.
Y realmente... es tan difícil huir de lo que piensen los demás, de pasar de todas esas cosas que piensas que te pueden decir, que todo realmente queda en la cabeza, en tu imaginación, en el miedo del "qué dirán".
Y realmente nos jode. Y mucho.
Quizá porque siempre he estado más por los demás que por mi mismo.
Quizá porque no me doy por vencido. Porque quiero luchar por alguien, para tener fuerzas y luchar por mi mismo.


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Caminantes