Diario de una historia

jueves, julio 11, 2013

Intento de algo

La pantalla del portátil parpadeaba sobre la mesa. Estaba mirando su orla de instituto, o mejor dicho, la de sus compañeros. Aun no entendía muy bien por qué no estaba ahí su foto, por qué no aparecía la huella que había dejado durante los años en esa parte tan importante de su vida.
El cursor seguía con su forma de lupa y el mundo seguía su causa. Nadie recordaría que una vez un tal joven estuvo estudiando ahí. No había dejado huella.
Se separó del ordenador durante unos instantes y se puso a pensar sobre lo que estaba pasando. No quería otra vez una sesión de auto-filosofía en donde el único que salía mal parado era él. Así que intentó calmarse y salió a la terraza a fumar un cigarrillo.
Nadie de todos los que vivían en aquellos otros edificios que le rodeaban sabía de su presencia, de su existencia, muchísimo menos de su historia. Ahora mismo, realmente, ellos sabían de él tanto como él de ellos. Y tan pegados que estaban, que era doloroso saber que nunca estarían más cerca. Por unos estúpidos prejuicios.
Bien, el tabaco no hizo su papel. Y mucho menos la calma y el aire fresco de media noche. Sabía que si seguía pensando tal como lo había hecho un verano antes, terminaría con un piscólogo que lo único que haría sería indagar en el pasado de una mala relación paterno-filial. Como si no lo supiera.
Quizás era hora de caminar.

Lo de que no hubiera una foto en la orla era algo que realmente le molestaba, no por el hecho de que nadie que tuviera esa orla en su casa, no viera ni llegara a ver su foto. No. Simplemente era el saber que durante un segundo, pudo haber escogido poner la foto, que alguien le recordara, y no lo quiso. Eso ha sido lo que le ha molestado. Que no quisiera ser recordado.

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