Hay una afirmación, y esa está clara. Que si no nos conocemos lo suficientemente a nosotros mismos como para querer hacer algo en este mundo, nunca lo haremos. Y no hay mas vuelta de hoja. Si no conocemos nuestras virtudes, no podremos apreciar la de los demás, ni comprender el por qué de tantas cosas que hacen, que al parecer parecen buenas. Si no miramos con un poco de perspectiva, hasta incluso con retrospectiva, no podremos ver más allá de lo que ven nuestros míseros ojos y conjeturas humanas. Que sólo vemos lo que esta en primer plano, la fachada. Sus primeros actos y no el por qué de estos. Y hasta que no se consiga saber el por qué de esto, no se debería dar el siguiente paso. Que es criticar.
Véase. Un niño puede gritar, y grita hasta ponerse morado. La razón es que el niño puede tener hambre, sueño o caca en los pañales. Si lo llevamos a una escala mayor, en donde el hombre se ha convertido en una persona un tanto mas complicada, nos encontramos con un interesante interrogante, y una pregunta mucho mas complicada al por qué de nuestras acciones.
Antes que nada habría primero que comprender a esa persona, preguntarle por qué lo hace, y en el caso de que no nos convenzca, callar nuestro fuero interno hasta comprenderlo tanto como nuestro enfado.
Las personas tienen algo que ha hecho de un simple simio una maquina de matar, de progreso, de humanidad sin límites, de compadecencia, de amor y odio. Y su mayor arma, han sido las palabras, ese abanico sin límites que compone nuestro idioma. Y como abanico sin límites, pueden compadecerse del menesteroso y ponerse en su piel, porque asi traspasamos lo que no podemos hacerlo de otra manera. Con las palabras, meras, sencillas y contundentes.
Al conocernos a nosotros mismos, y darnos cuenta, por supuesto, que no somos nada en este mundo, nos damos cuenta que somos un conjunto de insignificancias, unos iguales que los otros, que tenemos nuestros límites, y que nadie es perfecto. Como todo el mundo sabe.
Que igual nos parecemos lo suficiente como para comprender a los demas. Si dejamos durante un segundo en ser nosotros mismos.
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