Hace tiempo que no sentía cómo la escritura podía ser tan delicada y precisa en representar, con cuatro garabatos, todo un mundo. No recordaba la facilidad con la que se podía entremezclar la realidad con la ficción y escribir aquí mismo, las manos cuarteadas, levemente iluminadas por la pantalla del ordenador, moviéndose ágiles por el teclado esperando encontrar una luz hueca, un hueso ensangrentado, una historia nueva, cualquier cosa que le hiciera revolverse aún más.
Manos suaves que sufragaban la única forma de sentirse vivo, la de sufrir a cambio de sentir. Manos suaves que desdibujaban con una sonrisa el viento caótico y lo plasmaban de nuevo como una leve brisa de verano, levantando un mundo entero de piedra.
Esas mismas manos que me hacían mentir - quise decir vivir - eran las mismas que sirvieron para matar. Y hace tiempo que no pensaba en lo delicado que podía ser esto.
Que en el fondo yo vine aquí sólo para algo que deberían hacer muchos: dejarte llevar por la imaginación sin una búsqueda concreta ni de fondo ni forma - sólo dejarte llevar, casi sin respirar - y dividir de alguna forma la vida y la muerte. Para volver a respirar fuerte y dejar todo el odio fuera de las vitrinas, que llevamos años tratándolas como trofeos. Tirarlas lejos. A donde los viajes no terminan, que ahí, entre las historias, es donde las necesitan.
Quizás estoy cansado de intentar huir de tanta realidad, o poesía. O quizás estoy intentando huir de las etiquetas. De las necesidades que tienen las palabras con esa consciencia de ser ellas mismas y no dejarse llevar. Simplemente por lo que sea. Dejarse llevar.
Y es que a veces siento que puedo destruir el mundo entero con tan sólo un sentimiento, un par de palabras bien dichas y alguna que otra mirada profunda. Y es triste pensar que puedes huir de alguna forma de todo esto que te rodea, y es triste querer pensar que no eres de aquí y saber que es mentira. Como casi todo.
Y al final, cuando intentas escurrirte como un bandido por las lineas, y así, a hurtadillas crees poder huir. Te queda un suspiro en el recuerdo y, te das cuenta que nunca habrá final.