- Tengo menos de dos minutos para decirte todo lo que quiero que sepas de mi, y mírame- la cogió de la barbilla -, estoy aquí perdiendo segundos intentando ser cortés, diciéndote que las cosas se acaban para mal y que quizás no me de tiempo a ser yo mismo.
La chica se quedó mirando cómo aquel desconocido había empezado a hablar en un café abarrotado de personas usando sus Smartphones y perdiendo segundo a segundo la realidad que les pertenecía. La chica se apartó un poco, como precaución, pero las palabras de aquel chico con gabardina le atrajeron, le atrajeron como la propia muerte atrae a la vida. Y se dejó llevar.
- Puede que no comprendas bien lo que te quiero decir, no pasa nada, quiero que sepas que la realidad tampoco es tan importante, y que importa más lo que pienses sobre ella que lo que de verdad es. - Paró unos segundos, desalentado, como si su propia alma se desgastara con cada palabra. - Me gustaría quedarme aquí contigo, saboreando el perfume de tus manos cada vez que acaricias mis párpados y me pide que sueñe una vez más, que sueñe contigo hasta que seamos otros en otra realidad - y se atrevió con las manos. Ella no se apartó, ni si quiera se molestó. Simplemente acarició la tez hirusta de sus manos y se dio cuenta que temblaba; que quizás era cierto, que no era un desquiciado más en una ciudad demasiado grande.
- Me quedan treinta segundos y he repetido tantas veces este final que no creo que tenga otra salida. - La miró a los ojos, desalentado - Los segundos siempre son importantes, no creas que porque callo es que no quiero hablar, me muero por hablar contigo, me muero por saber qué opinas...
Cerró los ojos. La puerta del café se abrió y entró una persona de su misma complexión, algo más mundano, algo más real, que iba andando con los ademanes de un patizambo desgreñado, sin clase, sin personalidad. Pidió un refresco "Coca-cola ligth, por favor" y cuando se giró hacia ellos, lo último retazo que ella pudo oír fue:
- Invítame a un café
Mientras su perfil se iba desvaneciendo.
La chica se quedó mirando cómo aquel desconocido había empezado a hablar en un café abarrotado de personas usando sus Smartphones y perdiendo segundo a segundo la realidad que les pertenecía. La chica se apartó un poco, como precaución, pero las palabras de aquel chico con gabardina le atrajeron, le atrajeron como la propia muerte atrae a la vida. Y se dejó llevar.
- Puede que no comprendas bien lo que te quiero decir, no pasa nada, quiero que sepas que la realidad tampoco es tan importante, y que importa más lo que pienses sobre ella que lo que de verdad es. - Paró unos segundos, desalentado, como si su propia alma se desgastara con cada palabra. - Me gustaría quedarme aquí contigo, saboreando el perfume de tus manos cada vez que acaricias mis párpados y me pide que sueñe una vez más, que sueñe contigo hasta que seamos otros en otra realidad - y se atrevió con las manos. Ella no se apartó, ni si quiera se molestó. Simplemente acarició la tez hirusta de sus manos y se dio cuenta que temblaba; que quizás era cierto, que no era un desquiciado más en una ciudad demasiado grande.
- Me quedan treinta segundos y he repetido tantas veces este final que no creo que tenga otra salida. - La miró a los ojos, desalentado - Los segundos siempre son importantes, no creas que porque callo es que no quiero hablar, me muero por hablar contigo, me muero por saber qué opinas...
Cerró los ojos. La puerta del café se abrió y entró una persona de su misma complexión, algo más mundano, algo más real, que iba andando con los ademanes de un patizambo desgreñado, sin clase, sin personalidad. Pidió un refresco "Coca-cola ligth, por favor" y cuando se giró hacia ellos, lo último retazo que ella pudo oír fue:
- Invítame a un café
Mientras su perfil se iba desvaneciendo.
Hermosa manera de relatar!
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