La desesperación del sueño

Durmió durante años porque no quería volver a hacerlo, y aunque soñó mucho, y durante mucho tiempo, y su mundo se hizo extremadamente rico, llegando a crear incluso mundos intensos de colores más reales, incluso batallas, tratados de paz, asesinos y héroes, e incluso, ya llegando a la realidad absoluta, quiso seguir adelante, en su maravilla onírica, y dominó las creaciones múltiples de infinitos creadores que como él, habían dormido en las propias casas soñadas, pero que, aunque vivían en un mundo maravilloso, quisieron cambiarlo y, aunque muchos mundo fueron creados y olvidados y muchos otros simplemente se resquebrajaron por la levedad de sus propios sueños, algunos de ellos perduraron hasta llegar a ser mejores, mucho mejores, que el mundo en el que vivían.
Aunque con el paso del tiempo estos mundos se volvieron terriblemente grises, apagados a su manera por falta de emoción. Poco a poco las cosas se convirtieron en banalidades insustanciales, en quimeras de circo que sólo entretenían durante unas funciones a su eterna y juvenil vida, y así, fue como el color pasó a un segundo plano y los grises fueron predominando, predominando y abriendo camino al mundo del minimalismo que se hizo más conciso, más arisco en su virtud para terminar así, con lineas trazadas levemente, con discontinuos perennes en el tiempo.
Y así, y así y así, las marcas fueron desapareciendo, las personas se fueron esfumando y cuando el blanco nacarado fue puro, y la luz no tenía otra función que estorbar, la oscuridad se hizo hija de la desesperación y despertó.

Despertó, y en ese instante de incertidumbre, de total oscuridad, de formas imperfectas, y de perfeccionismos crónicos, cada cual con su miedo, cada cual con su pánico, todo tan normal, todo tan real. Se dio cuenta que su idea no había surtido efecto, y que un tremendo bostezo saltó desde su interior.
Volvía a tener sueño.